Santa Catalina de Siena: Santa Patrona de la Pureza. Doctora de la Iglesia y copatrona de Europa.
Patrona de: prevención de incendios, la pureza, las enfermeras, los bomberos, Italia, abortos involuntarios, las personas ridiculizadas por su piedad, la tentación sexual, las personas enfermas, la televisión.
En Roma, la ciudad eterna ella vivió hasta el final de sus días, trabajando esforzadamente por la reformación de
la Iglesia, sirviendo al desvalido y al afligido, y enviando cartas elocuentes en nombre de Urbano arriba, abajo y en todas direcciones.
En Pisa, en el cuarto domingo de Cuaresma, en 1375, ella recibió los Estigmas, sin embargo, a raíz de su especial oración, las marcas no aparecieron exteriormente en su cuerpo mientras vivió.
Suplicó a su Divino Desposado que le permita sobrellevar el castigo por todos los pecados del mundo, y recibir el sacrificio de su cuerpo por la unidad y la renovación de la Iglesia. Después de una prolongada y misteriosa agonía de tres meses, el domingo antes de la Ascensión, murió a consecuencia de un ataque de apoplejía a la edad de 33 años, el 29 de abril de 1380. Su último trabajo político, efectuado prácticamente desde su lecho mortal, fue la reconciliación del Papa Urbano VI con la República Romana (1380). Gran mística del siglo XIV.
El papa Pío II la canonizó en 1461. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma, donde se la venera como patrona de la ciudad; es además, patrona de Italia y protectora del pontificado. El papa Pablo VI, en 1970, la proclamó doctora de la Iglesia.
Las obras de Santa Catalina de Siena figuran entre los clásicos de la lengua italiana, escritas en el hermoso toscano vernácula del siglo catorce. Sus escritos consisten en:- el "Diálogo" o "Tratado de la Divina Providencia";- una colección de cerca de cuatrocientas cartas; y- una serie de "Oraciones".
“No cesa de orar quien no cesa de bien obrar... El afecto de la caridad equivale a una oración continua.”
Santa Catalina de Siena
(Nacida el 25 de marzo 1347 – Muere el 29 de abril 1380)
Quiero compartir un fragmento que es parte de la obra sobre la Providencia, el cual me parece importante que reflexionemos y meditemos de manera personal para provecho del alma.
144 [Providencia de Dios con los que aún se encuentran en el amor imperfecto.]
¿Sabes, queridísima hija, qué modo empleo para levantar al alma de su imperfección? Alguna vez le proporciono tentaciones con muchos y variados pensamientos, acompañadas de sequedad de espíritu.
A ella le parecerá que se encuentra totalmente abandonada, sin consuelo alguno; cree que no está en el mundo, y cierta mente que no lo está; le parece que tampoco está en mí, pues no tiene sensación alguna de ello, fuera de que su voluntad no quiere ofenderme. La puerta de la voluntad está libre,pero no doy licencia a los enemigos para que la abran. Sin embargo, doy permiso a los demonios y a otros enemigos del hombre para que llamen a otra puerta; pero no a ésta, que es la' principal, pues guarda la ciudad del alma. Es cierto que el vigía que hay en esta puerta, el libre albedrío, se encuentra libre para decir que sí o que no, según le plazca. Son muchas las puertas de esta ciudad.
Las principales son tres: una es la que, si ella quiere, es imposible de pasar, y es la que guarda las otras puertas, es decir, la memoria, el entendimiento y la voluntad. De donde, si la voluntad consiente, entra el enemigo del amor propio y con él todos los enemigos que le siguen. En seguida el entendimiento cae en tinieblas, pues el amor propio es enemigo de la luz. La memoria recibe al enemigo de la dilección de la caridad a su prójimo; retiene el recuerdo de los deleites y placeres del mundo en tan diversos modos como lo son los pecados, que son contrarios a la virtud.
En cuanto están abiertas las puertas, se abren los postigos de los sentidos del cuerpo, que son los instrumentos que corresponden a las facultades del alma. Ves, por tanto, que el afecto
desordenado del hombre, que ha abierto las puertas, admite estos engaños de los sentidos, con lo que éstos se echan a perder a causa de sus obras, y por ello se contaminan. La vista no ofrece más que cosas de muerte, porque se dedica a ver las cosas muertas con desordenadas miradas aquí y allí, con vanidad de corazón, con ligereza, con modales y miradas deshonestas; es causa de muerte para sí y para otros. ¡Oh desgraciado tú! Lo que he dado para que mires al cielo y todo lo creado, la belleza de las criaturas en relación conmigo y para que contemples mis misterios, lo usas para mirar al lodo y a la miseria, y así, por ello, has llegado a la muerte. También el oído se deleita en cosas deshonestas y en escucharlas a propósito del prójimo para juzgar de él, cuando yo le di ese oído para que atendiera a mi palabra y a las necesidades de su prójimo. He dado la lengua para que proclame mis enseñanzas y confiese sus pecados y para que trabaje por la salvación de las almas.
Ella utiliza para blasfemar de mí, que soy su Creador, y para la ruina del prójimo, alimentándose de sus carnes, murmurando e interpretando las buenas obras como malas y las malas como buenas, blasfemando y dando testimonios falsos. Con palabras lascivas se pone en peligro y pone a los demás; prefiere palabras injuriosas que traspasan el corazón de los prójimos como un cuchillo, palabras que provocan ira.
Cuántos males y homicidios, cuántas deshonestidades, cuánta ira, odio y pérdida de tiempo procede de este miembro. Si se trata del olfato, ofende igualmente por desordenado placer; si del gusto, con insaciable gula, con desordenado apetito, queriendo muchos y variados manjares, no mirando sino a llenar el vientre, no advirtiendo esa desgraciada alma que abre la puerta al pecado y que del ansia de comer le viene el ardor de su frágil carne, y con el desordenado apetito se corrompe a sí misma. Las manos pecan tomando las cosas del prójimo y con feos y miserables tocamientos. Están hechas para servir al prójimo cuando le ve en enfermedad, socorriéndolo con la limosna en su necesidad. Los pies se han dado para que sirvan y lleven al cuerpo a lugares santos.
Si quiere caminar con luz y con prudencia, como es su deber, amará con más afecto el medio establecido por mí, porque con el conocimiento de sí misma y el aborrecimiento, que habrá tomado a los propios sentidos, se quita la imperfección y se consigue la perfección. Al ser más perfecta, sigue un mayor y más perfecto amor a la criatura en general y en particular y al medio utilizado por mi bondad , que ha querido animarla con el aborrecimiento de sí y e! amor a la virtud durante esta peregrinación, siempre que no sea ignorante, llegando durante el tiempo de! sufrimiento a la turbación, al hastío espiritual, a la tristeza de corazón y a la falta de esfuerzo por su parte. Esto sería peligroso: vendría a ser la ruina y la muerte de aquello que yo le he dado para que viva. No debe obrar de esta manera, sino con mucha solicitud y humildad, juzgándose indigna de lo que desea, es decir, sin tener el consuelo que ansiaba.
Entienda, sin embargo, que la luz, por medio de la que debe principalmente amar, no disminuye en ella ni el hambre y deseo de querer sufrir la pena por la gloria y alabanza de mi nombre, venga ella de donde venga. Así cumplirá mi voluntad en sí misma, recibiendo el fruto de la perfección.
Para ello, para que consiga la luz de la perfección, he permitido los combates, el modo empleado y todas las demás cosas. Así ejercito mi providencia en los imperfectos, y también. Por otros muchos modos que la lengua sería incapaz de narrar.
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